«Hemos pasado la tarde en Marcos Paz, más de cinco horas lentas, graves, escuchando lamentaciones. El pueblo ofrece aspecto desolador. Tiene casi todo el perfil quebrado. Casas sin techo, montones de escombros. Chapas de cinc por la calle. Sencilla arquitectura volteada, rota en impresionante amalgama. Dentro de muchos años los viejos del lugar iniciarán así la narración:
– Era un poco más de medianoche cuando el viento empezó a romperlo todo…»
Con estos párrafos comienza la narración del diario La Nación, que en la tarde del 8 de abril de 1940 hacía el relevamiento periodístico de la tragedia que envolvía a nuestro pueblo.
Ese lunes, siendo aproximadamente las 0.20, estaban saliendo del Cine-teatro Roma las últimas familias, cuando un fuerte viento comenzó a soplar. Fue tomando intensidad con un ruido ensordecedor y sembrando el pánico en la gente, que rápidamente corrió a buscar refugio en sus casas.
Creció la fuerza del viento hasta convertirse en un huracán, con una intensidad superior a los 100 Km. por hora, con dirección sudoeste-noreste, desatando el infierno en nuestro apacible poblado rural.
Volaban chapas y techos completos; caían muros, postes de alumbrado, teléfono y telégrafo. Los árboles enormes se derrumbaban. Quedó la población aislada y en plena oscuridad.
Los molinos que proveían de agua a los pobladores, eran retorcidos y tumbados como si fuesen de papel.
Después del viento se desató una fuerte lluvia, con truenos y relámpagos que iluminaban de a ratos el desolador paisaje.
Los pobladores abandonaban sus casas entre gritos y llantos, alumbrándose con algunos faroles que tenían a mano. Así comenzaban a conectarse con la nueva y catastrófica realidad.
Las dos pérgolas de la plaza principal, que habían sido construidas por don Juan Luini, estaban en el suelo. El galpón del Ferrocarril Oeste fue totalmente destruido. Dos vagones que estaban desenganchados de la formación fueron empujados por el viento hasta más allá de Mariano Acosta.
La puerta principal de la iglesia San Marcos Evangelista fue abierta por la fuerza del viento, que ocasionó rajaduras en las paredes del templo y voló chapas de los techos.
La zapatería del Sr. Marino (calle Pellegrini entre Sarmiento y Avellaneda) quedó totalmente derrumbada.
Se habían volado los techos de la Escuela Nº 1 y el molino estaba destruido.
Se derrumbó una de las paredes de la cancha de pelota a paleta de Villegas (la actual); la tienda Lombardo (Bv. 9 de julio esquina Sarmiento), el almacén de Portas y Azaro (Sarmiento entre Alsina y Bartolomé Mitre) sufrieron graves daños y se volaron los techos de chapas.
Nuestra vieja iglesia de San Marcos (hoy capilla de Fátima) y la vivienda de su cuidador quedaron convertidas en escombros, restando solo en pie la torre del campanario. Lucio Cipolla y su familia, quienes eran los únicos moradores, se salvaron milagrosamente por haber concurrido a una reunión en la casa de unos vecinos amigos.
El jefe de la estación Elías Romero del Ferrocarril Midland, Rodolfo Montalvo, contó al periodista de La Nación «fui despertado por un terrible estrépito, me pareció que la tierra era sacudida por un terremoto, salí con el farol a recorrer la estación y figúrense mi sorpresa cuando vi tumbados en las vías treinta vagones y más adelante otros tres descarrilados».
En las afueras, el chalet del Sr. Galloni (hoy templo de los mormones sobre ruta 40) quedó sin techo, salvándose milagrosamente el Sr. Cayetano D’amico y sus dos hijas al esconderse debajo de una cama.
También fue derrumbado por el fuerte viento el galpón de la estación Marcos Paz del Ferrocarril Buenos Aires (Trocha), como también el galpón de acopio de cereales de la firma M.J.Grand.
Nuestro pueblo contaba entonces con una población aproximada de 7.000 habitantes y más de una tercera parte habitaban en el campo. Nada se sabia de lo que había ocurrido en la campaña. La incomunicación por estar intransitables los caminos debido a la lluvia, no permitía tener dato cierto, pero se suponía que la zona de la Colonia Ricardo Gutiérrez también había sido afectada por el meteoro.
Fueron destacadas las actuaciones del comisario Tomás Rodríguez, el auxiliar Pío Gorosito Miranda, los oficiales Florentino Bruno y Orlando G. Román quienes conjuntamente con el Dr. Ángel D’agnillo, como médico policial, controlaron la situación dando contención a la población.
El Dr. D’agnillo atendió en su consultorio a los heridos, porque el hospital municipal todavía no funcionaba. Los casos más graves (el Sr. Tomás Castro, los menores Elvira Celina y Eduardo E. Dubarry, de 4 y 7 años, entre otros)
fueron llevados en camión hasta el hospital de Merlo o derivados al hospital Salaberry de Capital. Por fortuna no hubo víctimas fatales.
Gracias a don Juan Bautista Borra, fotógrafo y corresponsal de Noticias Gráficas y la revista Caras y Caretas, estos hechos toman relevancia a nivel nacional. Bien temprano en la mañana de ese día -con daños importantes en su casa que él mismo documentó-, salió por el poblado a registrar con su cámara la cruda realidad. Se sube a la torre de la Iglesia y se dirige a pie a los distintos lugares afectados para fotografiar todo lo que veía. No revelo los rollos, dato que se infiere por no tener luz eléctrica todo el pueblo y viajo a Buenos Aires con los negativos. Las imágenes registradas sorprendieron por su magnitud y crudeza a la prensa nacional, que se movilizó a la zona del desastre.










¿Alguien tiene más información de lo que pudo suceder? Para mí tiene toda la pinta de un tornado / bow echo.